viernes, 3 de abril de 2009

La Masonería ante la Crísis del Medio Ambiente

Por Iván Herrera Michel

Palabras pronunciadas el día 28 de marzo de 2009 (E:. V:.), en el Or.. de Iquitos, República del Perú, en el Coloquio internacional que sobre la Crisis del Medio Ambiente se desarrollo en el marco de la celebración del 32º Aniversario de la Gran Logia Oriental del Perú, en el auditorio principal del "Centro de Referencia e Información de Suelos de la Amazonía Peruana" (CRISAP), del 27 al 30 de ese mismo mes, que reunió a Grandes Maestros, Grandes Maestras y Soberanos Grandes Comendadores del REAA de Perú, América y Europa.

 Muy Resp:. Y Ser:. Gran Maestro Walter Vargas Portocarrero, de la Gran Logia Oriental del Perú,

Ven:. Hno:. Jorge León Cabrera, Presidente de la Confederación de Grandes Logias Masónicas del Perú – CONFEGLOMAS,

Ven:. Hno:. Jorge León Cabrera, Presidente de la Confederación de Grandes Logias Masónicas del Perú – CONFEGLOMAS,

Señor Presidente de la Confederación Interamericana de Masonería Simbólica – CIMAS -, Muy Resp:. H:. Elbio Laxalte Terra,

Distinguidos Dignatarios de la República del Perú,

Muy Respetables y Serenísimos Grandes Maestros y Grandes Maestras Peruanos y Visitantes de Europa y América,

Dignidades y Oficiales de la Masonería Peruana y Representantes de Grandes Logias y Supremos Consejos de Europa y América,

Queridos Hermanos y Queridas Hermanas,

Ciudadanos peruanos que me han honrado con su amable acogida,

Señoras y señores que nos honran con su presencia,

Reciban ante todo, un fraternal y cálido saludo de este Masón latinoamericano que ha venido de lejos para darse el gusto de saludarlos personalmente recorriendo los legendarios caminos del evocador Tahuantinsuyo Inca, dentro del marco de los festejos del trigésimo segundo aniversario de labores Masónicas de la Muy Resp:. Gran Logia Oriental del Perú, con sede en el Oriente de Iquitos, en la tierra de los Boras ubicada en pleno corazón del ecosistema amazónico.

 Permítanme, por favor, comenzar estas cortas palabras confesándoles que yo podría tener sólidas razones para creer a pie juntillas que el majestuoso espectáculo de la vida, que hoy se impone arrogante ante nuestra vista, es tan sólido que es imposible que esté en peligro por cualquier cosa que nosotros pudiéramos hacer.

Me explico mejor: yo acabo de hacer un viaje fascinante desde el azul inmenso e interminable del Mar Caribe colombiano hasta el verde intenso y profundo de la Amazonía peruana.

 De tal forma, que es un poco contraevidente para mí concluir que esta exuberante fiesta de la vida que nos rodea estuviera en peligro por unas cuantas chimeneas, por unos cuantos cultivos, por unos cuantos desarrollos turísticos, y por unos cuantos etcéteras.

 Es decir, que para mí bien podría no ser tan fácil en estos momentos creerle al instituto de investigación tropical Smithsonian en Panamá, cuando afirma que cada minuto desaparece un área de selva virgen amazónica equivalente a cincuenta campos de fútbol.  O aceptar que el 17% de la Amazonía ya ha desaparecido por cuenta de un modelo económico no sostenible.

 Pero lo cierto, es que, pese a lo que a mí me pueda parecer a simple vista, la mayoría de los hombres de ciencia del mundo nos están mostrando indicadores preocupantes acerca del impacto del mayor dióxido de carbono en las condiciones necesarias para la supervivencia de la civilización.

 Ellos nos recuerdan a cada momento, que hay que enfriar un planeta que se está calentando a un ritmo inusual.  Al parecer, el mensaje central de las precauciones actuales es que si fuimos capaces de calentar el planeta, deberíamos ser capaces de enfriarlo.

 No creo que me corresponda en estos momentos, recordar lo que todos sabemos acerca de la necesidad de la reducción de la producción del dióxido de carbono, de la necesidad de reciclar las basuras, de la necesidad de gastar menos energía de origen fósil, de la necesidad de bañarnos rápido y en pareja, de la necesidad de reducir el uso de aires acondicionados, de la necesidad de aprovechar al máximo la luz solar, de la necesidad de no usar mucho el automóvil, etc., etc.

 Y no es porque la vida esté en peligro de desaparecer de la Tierra a causa de ese dióxido de carbono.  Sobre eso no existe actualmente un riesgo serio.

 La vida en la tierra es muy terca.  Al fin y al cabo prosperó sin oxigeno y sin ningún problema, durante sus primeros 2.000 millones de años en nuestro planeta.  De tal manera, que la tenaz persistencia y adaptación de la vida a situaciones extremas hace que el tema central de las preocupaciones por el cambio climático sea por la supervivencia de la civilización humana tal como la conocemos y por el sufrimiento masivo que esto causaría a miles de millones personas.

 Por otra parte, es posible que las poblaciones humanas que habitan actualmente esta selva Amazónica estén mejor preparados para sobrevivir a la calentura actual, sin que podamos saber en este momento si deberán adaptarse - y en qué sentido -, a las nuevas cadenas alimenticias y a las nueva De tal forma, que puede que sean ellos, y no nosotros los citadinos - ni los que vivimos a orillas de los mares, ni los que habitamos en ecosistemas menos sólidos -, los antepasados de una nueva humanidad que persista en la tendencia de contar con un cerebro cada vez más funcional, en la habilidad de hacer herramientas cada vez más útiles, en la capacidad de comunicarnos, en la propensión iniciática, en el disfrute de la poesía, en la construcción de la democracia, en la organización de foros como este, etc., etc. s condiciones climáticas. 

 O también, pueda que nuestros sobrevivientes sean los antecesores de una nueva especie que no sea capaz de repetir una civilización como la que ahora conocemos y solo cuenten, como los delfines, con sistemas básicos de comunicación y socialización.

 A mí me sorprenden mucho las ideas que han surgido para cuidar nuestro hábitat.  Hace poco leía en la edición virtual del diario El País, de España, cinco imágenes muy creativas que me llamaron la atención.

 La primera, es cultivar y abonar el plancton de los océanos para absolver de la atmósfera grandes cantidades de dióxido de carbono con destino a su propia fotosíntesis.  El problema aquí, es que nadie sabe cómo sería el impacto en el ecosistema natural de los océanos.

 La segunda, es simular una erupción volcánica para llevar a la estratosfera millones de toneladas de partículas de dióxido de azufre para evitar que una parte de la energía solar llegara a la tierra.  El problema en esto, es que la capa de ozono se resentiría.

 La tercera, consiste en volver a las nubes más brillantes con el fin de devolver al espacio una gran parte de la luz solar, regándolas con agua de mar para crear innumerables gotas en torno a los granos de sal.  Parece que el alto número de barcos necesarios para ello hace incosteable el proyecto.

 La cuarta, es construir un paraguas espacial muy grande.  Ubicando a un millón ochocientas cincuenta mil kilómetros de la Tierra 16 millones de millones de finísimos discos de silicio que formarían una gigantesca sombrilla planetaria.  El problema de esta idea, es que se necesitan unos 100 años para fabricar los discos necesarios. Y,

 La quinta idea, sería capturar carbono en un programa global para almacenarlo en el fondo del mar donde las altas presiones lo volverían líquido.  En esta iniciativa, el problema es que nadie sabe cuál sería el impacto de esta novedad en la vida marina.

 De todos modos, el economista indio y premio Nobel de la Paz del año 2007, Rajendra Pachauri, advirtió en una entrevista concedida al  periódico francés “Le Monde”, en julio de ese mismo año, que "para contener el alza de las temperaturas  entre 2 y 2,4 grados centígrados, lo que según los estudios es el límite para no ponerse en grave peligro, sólo nos quedan siete años".  Y concluyó que "si las temperaturas siguen aumentando, la penuria de alimentos se agravará".

 En la República de Kiribati, que está conformado por un archipiélago de 33 islas ubicadas entre Hawái y Australia, en la mitad del Océano Pacífico, y en la República de las Maldivas, que integran 1.196 islas del Océano Índico, ya se está analizando con mucha seriedad la compra de territorios en otras partes del mundo para reubicar a sus pobladores, por cuenta del aumento del nivel del mar. 

 Algo que parece estar muy lejano para alguien que, como yo, se mueve entre esa gran matriz de la vida que es el mar Caribe y este poderoso pulmón del planeta que es la selva Amazónica. 

 Sin embargo, todo parece indicar que el aire limpio, el agua limpia, la tierra húmeda, los bosques sanos y la biodiversidad actual, son privilegios en retroceso que serían reemplazados por la sequía y la hambruna como motor y combustible del éxodo de millones de refugiados y nuevas confrontaciones por el acceso y la propiedad del agua y los alimentos.

 Cuando mencionamos la República de Kiribati, tendemos a pensar que es algo muy lejano y aislado, pero cuando recordamos los estragos del Katrina en New Orleans en el año 2005, que colmó de sufrimiento humano nuestras pantallas de televisión, ya lo sentimos como algo más cercano.   Pero en realidad, se trata de dos manifestaciones de una misma amenaza.

 Ahora bien – y es el motivo principal de reflexión al que nos convoca la Gran Logia Oriental del Perú en su trigésimo segundo aniversario –: ¿cuál puede ser el papel al que está llamada la Masonería en esta crisis civilizacional sin precedentes? 

 En principio, pienso que el papel sería el mismo que el de cualquier otra institución formada por hombres y mujeres libres que se reúnen, juntos o por separados, en plena libertad de conciencia y respeto mutuo, a analizar los grandes temas de la humanidad.

  Para ello, nuestras herramientas de diseño y construcción deben ir dirigidas a desbastar nuestras insensibilidades planetarias con el fin de colocarnos, ya no en el lugar del otro, sino, en el lugar de los otros, en el lugar del colectivo y en el lugar de la especie. 

  Y en esto, el tema de la inclusión en medio de la diversidad humana, así como el de la respuesta que damos a esa diversidad, es esencial.  Habría que trabajar en la construcción de la solución medio ambiental a las necesidades de todos las personas, sin ningún distingo y sin exigirle a ningún colectivo adoptar los sistemas de valores de otros.  La opción por la conciencia de la heterogeneidad, es fundamental en cualquier política que se adopte.

 En esta dirección, los Derechos Humanos de tercera generación, es decir los de los grupos y colectivos, podrían ser una fuente adicional de inspiración al momento de dedicarnos a nuestras especulaciones Logiales.  El egregor de la Logia haría su trabajo, como ya lo hizo cuando había continentes que liberar, libertades que declarar, igualdades que reconocer y fraternidades que profesar, y los Masones llevamos estos temas a nuestros Talleres y luego extrapolamos nuestras conclusiones a todo un mundo. 

 Hoy de nuevo la humanidad, ante su mayor reto de supervivencia, nos cuestiona el objeto de nuestras reuniones.

  Es una cuestión que se puede abocar desde la Masonería con una visión tridimensional del problema.  Vale decir, filosófica, sociológica e institucional.

 Filosófica: en cuanto se refiere a la razón de ser, a los valores, y a los fines últimos de la Orden.

 Sociológica: en lo que tiene que ver con el impacto y la eficacia de los hechos Masónicos en la realidad. E,

 Institucional: colocando el acento en lo que pasa en las Obediencias y en los Talleres, en su estructura organizacional, en su orientación ideológica, así como en la ciencia, en la doctrina y en el arte Masónico.

  De allí, la siguiente dimensión de trabajo sería obligatoriamente la extensión y puesta en escena del problema mediante todo tipo de herramientas virtuales, impresas, colegiadas, populares, parlamentarias, individuales, dialógicas, etc.  Este Coloquio que hoy nos reúne es una excelente muestra de ello.

 O sea que, ni más ni menos, podríamos hacer lo mismo que hemos venido haciendo desde siempre e instrumentar el mismo modelo de expansión de los siglos XVII, XVIII, XIX, XX y XXI, con los conceptos de libertad, de igualdad, de fraternidad, de laicidad, del método científico, de la filantropía, de la lucha contra las esclavitudes físicas y sicológicas, del sistema parlamentario, de la república liberal, y de un largo etc. de retos civilizacionales a los que la Masonería ha acompañado, en público y en privado, dentro de las paredes de sus Templos y fuera de ellos, como ninguna otra institución en la historia de la humanidad.

 Yo no creo que haya necesidad de actuar sistemáticamente de manera diferente a como lo hemos hecho en las grandes gestas Masónicas.  Sino, en mi concepto, de redireccionar muchos de nuestros esfuerzos constructivos en la dirección del cambio climático, tal como se hizo en el pasado con las redes Logiales que coadyuvaron con la independencia de América Latina, por ejemplo, o con la efervescencia que desde Francia se propago en relación con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, o con la participación de los Masones que posibilitaron la creación de la Organización de las Naciones Unidas,  para citar unos pocos ejemplos.

 Sin embargo, no podemos desconocer que la experiencia nos ha mostrado que la Masonería en cada sociedad tiene un accionar propio dependiente de la realidad en que opera.  Podríamos citar muchos ejemplos.  El del ingreso de la mujer, es apenas uno, y lo traigo a cuento solo por su vibrante actualidad. 

 No es coincidencia, por ejemplo, que siendo mi país el último de Latino América que le dio el voto a las mujeres, su Masonería sea tan reacia en términos mayoritarios a incorporarlas en igualdad de condiciones con los hombres.  En este tema, como en algunos otros que pertenecen a la sociología, la lógica de la fraternidad, que es el gran elemento aglutinador de la Masonería, así como la bandera de la igualdad, que es de las mayores consignas que ha poseído la Orden, terminan seriamente afectadas. 

 En el tema del cambio climático, que es otra forma de nombrar el calentamiento del planeta, no veo por qué pueda existir una excepción a la regla general de que la sociología suele terminar  imponiéndose en  la Masonería. 

 Yo no soy de los que cree que antes del plazo de siete años otorgados por nuestro Premio Nobel indio para iniciar medidas urgentes, la Masonería universal, en todas sus vertientes y orientaciones, se organizará en un uno y único plan común contra el cambio climático.

 Mis razones son de índole pragmático: la Masonería siempre ha estado dividida en sus aportes a la humanidad y no veo razón práctica a corto plazo para que todas sus partes decidan priorizar el tema del cambio climático por encima del que tópico que vienen trabajando muy bien, y desde el que hacen importantes aportes a la sociedad.

 Por ello, sencillamente, yo convoco a las Grandes Logias que se han vinculado a esta invitación trascendental que nos hace la Gran Logia Oriental del Perú, en su trigésimo segundo aniversario, a colaborar con la edificación de un futuro sostenible para la humanidad en la medida de sus alcances y en el de sus miembros, lo cual, dado los desarrollos tecnológicos actuales en materia de comunicación es mucho más eficiente de lo que nos podemos imaginar a simple vista.

Somos un colectivo de hombres y mujeres libres y de buenas costumbres con una jornada de trabajo por delante y con el único salario prometido de la supervivencia de la civilización humana.

 Nosotros los Masones, somos un poco como la etnia Boras que he venido a conocer personalmente en estas tierras.  Como ellos, vivimos de nuestras tradiciones y en nuestros imaginarios encontramos la inspiración para la construcción de nuestras vías iniciáticas. También como los Boras, nuestros mitos y leyendas, vividos, contados, repasados y comentados en múltiples reuniones, impregnados de la memoria colectiva de la Orden, nos impulsan siempre a la interpretación del presente.

 El Masón francés Víctor Hugo, alguna vez afirmó que “el futuro tiene muchos nombres: para los débiles, es lo inalcanzable; para los temerosos, lo desconocido; y para todos, es la oportunidad.”  Por su parte, el también Masón Antoine de Saint Exupery, autor de “El Principito”, dijo que “el futuro tiene exactamente las mismas dimensiones de los sueños”.

 Confiemos en que, por diversos motivos y oportunidades -  y por que ya las condiciones están dadas y la tarea se ha tornado inaplazable – el trabajo Masónico que emprendemos hoy será excepcional en logros para la humanidad, y en que en este nuevo combate la Masonería tendrá la grandeza de nuestros sueños y la altura de nuestras glorias pasadas.

Muchas Gracias a todos.